Gemma Fajardo

Gemma Fajardo

Entrevistamos a

01 Mar 2018

Gemma Fajardo

“La economía social nos recuerda que si la sociedad se organiza es capaz de resolver sus problemas”

La profesora de Derecho Mercantil de la Universidad de Valencia y miembro del Instituto Universitarios de Investigación en Economía Social y Cooperativa, acudió recientemente a la ULPGC para impartir una conferencia en el marco de las Jornadas de Economía Social celebradas en la Sede Institucional.

Entrevista:
Nombre
Fotografía:
Archivo ULPGC

1. La Economía Social está basada en iniciativas que permitan una sociedad más justa… ¿Me explica cómo se podrían llevar a cabo y a qué iniciativas concretas nos podemos referir?.

La economía social es una forma de desarrollar actividades económicas de forma empresarial con el fin de atender necesidades de interés general, bien sea de sus propios asociados, de determinados colectivos desfavorecidos o de la comunidad en general, poniendo por delante el bienestar de las personas a la rentabilidad del capital invertido. Son iniciativas que surgen, por lo general, de los propios afectados que se unen para atender sus necesidades e intereses conjuntamente; o de instituciones sin ánimo de lucro que promueven iniciativas para atender necesidades de colectivos desfavorecidos: discapacitados, inmigrantes, parados de larga duración, exreclusos, minorías étnicas, etc. También surgen de ayuntamientos, a través de las agencias de desarrollo local, de profesionales que tienen algo que aportar (salud, vivienda, servicios sociales, etc.) y de asociaciones civiles que se solidarizan con la causa. Para promover una actividad de economía social hay que reconocer su necesidad, estudiar y validar el proyecto y tener iniciativa para emprender y buscar los apoyos que sean necesarios. El asociacionismo, la cooperación y la solidaridad son las claves para llevar a cabo una iniciativa de economía social.

2. ¿Desde cuándo se postula este ‘tipo’ de Economía?, ¿y por qué surge?

De “economía social”, en esos términos ,comienza a hablarse en los años 70-80 del siglo pasado, coincidiendo con la crisis económica y política que puso fin al estado de bienestar en muchas partes, y con ello a la desatención de muchos colectivos y necesidades sociales. La economía social nos recuerda que la sociedad, si se organiza, es capaz de resolver los problemas que le acechan, y nos recuerda que un siglo antes, ante la crisis social generada por la industrialización, el asociacionismo permitió satisfacer muchas necesidades que nadie atendía, entonces surgieron las sociedades de socorros mutuos, las cooperativas de consumo, de vivienda, de trabajo, o los sindicatos obreros y de profesionales, etc. No podemos pensar que sólo el Estado va a resolver los problemas sociales, o las empresas de capital. Estas por lo general están más interesadas en la rentabilidad financiera de su inversión que en el bienestar de las personas con las que interactúan (proveedores, clientes o trabajadores). Además, la economía social no sólo se caracteriza por sus fines, de atención a las necesidades de las personas, sino también por la forma en que la empresa se organiza y se gestiona. Su gestión es democrática, participativa, abierta a nuevos miembros, su gestión no busca el lucro sino la eficiencia y la mejora del servicio prestado.

3. Usted, en su conferencia, habla de las ‘luces y sombras’ de la Ley de Economía Social de 2011. ¿Cuáles destacaría y por qué?

Luces, como que tengamos una ley de economía social que además de ser propuesta por las organizaciones representativas de las empresas de economía social, fue aprobada por unanimidad de los grupos parlamentarios, lo que demuestra el consenso existente sobre la importancia de la economía social para nuestra sociedad y nuestra economía. También luces por las medidas de apoyo aplicadas hasta el momento, aunque son mérito sobre todo de las políticas de la Unión Europea: mejoras en la normativa sobre ayudas públicas, sobre contratación pública o creación de un Programa Operativo de Inclusión Social y de la Economía Social en el Fondo Social Europeo hasta el 2020. Y sombras, porque la ley está tardando mucho en desarrollarse, y sólo está potenciando una parte de la economía social, aquella que procura la creación de empleo y la inserción social de las personas vulnerables, posiblemente dos de los principales retos que tenemos. Pero la economía social va mucho más allá y la propia ley establece muchos objetivos que no se han puesto en marcha tras 7 años de vigencia.

4. ¿Considera a las instituciones universitarias como elementos claves en la concienciación de que debe existir esa Economía Social?, ¿Cuál sería su labor?

La universidad tiene tres funciones fundamentales: la investigación, la formación y la extensión universitaria. Por tanto la universidad no sólo debe estudiar qué es la economía social y cómo puede contribuir a resolver los problemas que tenemos; sino que debe difundir su conocimiento y divulgar las experiencias que puedan considerarse exitosas y la enseñanza que nos muestran los fracasos. Y por último, la universidad puede colaborar en la puesta en marcha de iniciativas, a través del asesoramiento y la colaboración. En la Universidad de Valencia, tenemos un Instituto de investigación en economía social, un máster y un programa de doctorado. Y apoyamos a las iniciativas que nos solicitan colaboración, así como trabajamos con las organizaciones representativas de las empresas de economía social y con las administraciones públicas, autonómica y local, cuando quieren poner en marcha iniciativas de economía social. También traemos a las aulas a los emprendedores, a los profesionales, a las personas que quieres iniciar un proyecto, para que den a conocer sus objetivos, sus aciertos y sus errores. Creo que el potencial que tiene la universidad no siempre es conocido, ni por tanto apreciado y aprovechado por las organizaciones, administraciones y sociedad civil.

5. ¿En qué grados universitarios o profesiones deben estar más presente los pilares de la Economía Social?. ¿O debe ser una formación transversal en la universidad y para los universitarios?

Como dije al principio para que haya una economía social potente es necesario partir de una educación en valores que fomente desde las escuelas el asociacionismo, la autogestión, la cooperación, la solidaridad y la responsabilidad social, en lugar del individualismo y la competitividad. Al terminar Secundaria y Bachiller, los estudiantes deberían tener información suficiente como para iniciar una actividad profesional por cuenta propia o en grupo, y por tanto deben conocer tanto lo que es una sociedad limitada como una asociación o una cooperativa. En la universidad, los estudiantes deberían aprender técnicas, modelos de gestión, normas reguladoras, etc, sobre todo en los estudios de ADE, Economía, Derecho, Magisterio o Ciencias Sociales, pero de nada sirven todos estos medios si las personas no están dispuestas a poner un marcha un proyecto cooperativo o solidario, a gestionarlo democráticamente y a poner los intereses sociales y colectivos por delante de los propios, o individuales.

6. ¿Jornadas como la que organiza la ULPGC sobre Economía Social, son, a su juicio, un punto de partida para interiorizar el beneficio social que aportan las iniciativas de una economía social?.

Desde luego, jornadas como ésta son necesarias para acercar la idea y la realidad de la economía social a los estudiantes y a los ciudadanos. La Jornada es un ejemplo de la colaboración entre la universidad, la empresa y la administración pública en la difusión de la economía social. Mi felicitación por ello a los organizadores y partícipes en la misma.

¡Síguenos!

Redes Sociales