Pescados contaminados: un riesgo moderado para la población
Un grupo de investigación del Departamento de Ciencias Clínicas de la ULPGC analiza, desde hace varios años, los contaminantes tóxicos persistentes en varios tipos de alimentos, para conocer si sus niveles de contaminación son inferiores a la “ingesta diaria admisible”.
El 95% de los contaminantes presentes en los seres humanos proceden de la ingesta de alimentos. Lácteos, verduras, carnes o pescado. Cualquiera de ellos contiene residuos tóxicos. Entre ellos encontramos los denominados científicamente como contaminantes tóxicos persistentes (CTPs).
Los CTPs son aquellos que son fruto de la actividad industrial del hombre y del uso de combustibles, pesticidas o productos químicos. “La particularidad de estos contaminantes es que son persistentes (no se eliminan con el paso del tiempo o se degradan muy lentamente) y liposolubles (que se mezclan con la grasa)”, explica el profesor e investigador del Servicio de Toxicología del Departamento de Ciencias Clínicas de la ULPGC, Luís Alberto Henríquez.
Ambas características permiten a estos compuestos, prohibidos la mayoría de ellos hace décadas, permanecer en el medioambiente e integrarse en la cadena trófica.
Un grupo de trabajo de este Departamento lleva años estudiando este tipo de contaminantes tóxicos en alimentos y colaborando activamente con otro equipo de investigación de la Universidad de Bolonia. Una colaboración que surgió hace más de una década cuando iniciaron los estudios de contaminantes ambientales en fauna silvestre.
Desde hace años, han iniciado además una línea de investigación cuyo objetivo es evaluar la ingesta de CTPs a través del consumo de alimentos en los seres humanos. Comenzaron los estudios con el desarrollo de la tesis doctoral de la Doctora Maira Almeida, en torno a los contaminantes presentes en productos lácteos. Posteriormente estudiaron las legumbres, carnes “y así hemos ido ampliando el rango de alimentos para determinar la fuente de los residuos de este tipo que detectamos en sangre en gran parte de la población”, explica Luís Alberto Henríquez.
Así, por último, el equipo de investigación de la ULPGC ha evaluado el riesgo de intoxicación aguda y el potencial carcinogénico asociado a la exposición a contaminantes orgánicos e inorgánicos persistentes, en 93 muestras alimentarias que incluían diversas especies de pescado blanco y azul, cefalópodos y otros productos del mar.
Destacaron el análisis de pescados blancos tan consumidos en Canarias como el cherne, sama, lenguado, lubina o dorada. Y entre los pescados azules examinados figuraron el atún, el salmón, la sardina y la trucha. “Hemos detectado que los niveles de PCBs (contaminantes de origen industrial cuyo uso ha sido prohibido hace casi cuarenta años) en los pescados son más altos que en otros alimentos, y fundamentalmente en los pescados azules, ya que son pescados con más grasas y estos contaminantes se adhieren a ella”.
Riesgo mínimo para la salud
Sin embargo, los investigadores de la ULPGC destacan que estos niveles de contaminación están muy por debajo de los que se denomina “la ingesta diaria admisible”, por lo que no supone un riesgo importante para la salud según el perfil de consumo de estos productos en la población.
Los investigadores de la ULPGC resaltan que a pesar de que los niveles de estos contaminantes tóxicos persistentes de los pescados azules es mayor, “los beneficios del pescado son absolutamente indiscutibles, y casi siempre son mayores que el riesgo que corremos al ingerir las sustancias tóxicas contenidas en ellos”. Por tanto, confirman que los pescados que se consumen en la población canaria no contienen “niveles alarmantes” de contaminantes, “y no estamos ni mucho mejor, ni peor, que las poblaciones de países de nuestro entorno”.
Como resultado de ese trabajo han elaborado un artículo de investigación titulado “Evaluación del riesgo a la salud humana asociado a la exposición a contaminantes orgánicos e inorgánicos a través del consumo de pescado y productos de la pesca en población española”, que ha sido publicado en la revista internacional ‘Science of the Total Environment’, de gran relevancia en el campo de las ciencias medioambientales.