Se buscan líderes sociales
Aniano Hernández Guerra
Uno de los motivos del descrédito de nuestro honorable sistema democrático es la banalidad a la que hemos llevado muchas de la relaciones sociales entre los grupos, colectivos y públicos. Y no solo la frivolidad es una consecuencia indeseable de esta democracia imperfecta, también la hipocresía es una postura que tiende a enquistarse como actitud social. La una avanza gracias a un mundo mediático reforzador de lo superfluo e insustancial, la otra, la hipocresía, es el resultado del falseamiento de la imagen y de las ideas que realmente se tienen. Ambas facultades están muy presentes en los líderes políticos, en los líderes mediáticos y en los líderes patronales-sindicales. La tesis que voy a defender aquí es que las instituciones democráticas tomadas por estos líderes caducos están deslegitimadas por su distanciamiento de la sociedad civil, de sus problemas reales, y en consecuencia, por una capacidad más que incierta para resolver muchos de los problemas de la vida cotidiana, y por supuesto, de los problemas globales que nos afectan. En esta tesitura: se buscan líderes sociales.
El descrédito de los políticos
Los gobernantes toman una postura hipócrita haciendo creer que están compungidos por los sufrimientos personales o colectivos ajenos. En cierto grado, la falsedad se ha convertido en un hábito, y a la costumbre de suponerla en boca de los líderes políticos, ya pocos ciudadanos se exaltan por esta nueva pérdida ética. Por su parte, la mayor muestra de banalidad en las relaciones sociales de esta democracia enferma es la que emiten los medios de comunicación, especialmente la televisión. Aquí es donde más se observa la utilización de las mentes ajenas a través de un juego simbólico siempre trivial. Por ejemplo los concursos esos de palabras, letras, números, y otros inventos que apaciguan las angustias personales y transportan al público a un estado temporal de muerte cerebral.
Mientras tanto, a los ciudadanos se les acumulan los problemas. Los recursos para sostenerse, la sanidad, los centros y la comunidad educativos, el estado físico del vecindario, la seguridad urbana, las relaciones con la administración civil, el sistema judicial, la pérdida de valores humanos básicos, por mencionar algunos principales, acabarán por desquiciar la confianza mantenida hasta ahora en los líderes y en las instituciones públicas que dirigen. A la misma vez que la sociedad en sí ha intensificado su complejidad, los sujetos sociales han renunciado a participar en los centros y en las periferias de las tomas de decisión. Y si no hay participación de los interesados, las decisiones de los dirigentes tienden a la arbitrariedad, al capricho y, desde luego, a la inutilidad de muchas actuaciones políticas y de servicio público. Además, al tiempo que los problemas sociales se han vuelto más complejos, es obvio que sus soluciones precisan programas y actuaciones más holgadas en el tiempo, requieren acciones estratégicas, pero los tiempos de gestión del poder político son de corto plazo (cuatro años), por lo que los gobernantes trabajan más para obtener resultados de su propia gestión inmediata, que para obtener resultados estructurales que beneficien a la sociedad en el medio y largo plazo.
El despertar de los nuevos líderes
Esta situación me hace pensar que los ciudadanos retomarán la conciencia y la capacidad práctica para poner las cosas en su sitio. Es evidente que cuando la degradación social alcanza un punto límite, con una permanencia en el tiempo inaceptable, la reacción no es otra que la movilización. Y su resultado siempre es la transformación, la mejora de la situación social que produjo tal reacción.
Es probable que entremos en un nuevo tiempo de movilización social ciudadana. Es previsible que estemos entrando en una nueva época donde los líderes sociales van a activar la resolución de los problemas cotidianos. Estos nuevos líderes tendrán un radio de acción corto, local y sectorial. No estarán interesados en la ambición política, ni en las estructuras caducas de los partidos políticos, sencillamente porque la hipocresía y la frivolidad no podrán ser sus actitudes dominantes, por el contrario, la transparencia y la sustantividad serán sus credenciales para recuperar la confianza y, quizá, el compromiso de los afectados por los problemas sociales cotidianos.
Estos líderes sociales serán seres anónimos emergentes de la mayoría silenciosa harta de la degradación, la desidia y el conformismo. Tendrán un perfil formativo adecuado a los retos para los que van a comprometerse. Profesores, madres solteras cultas, jóvenes “hackers”, monitores de deporte infantil, dinamizadores de grupos musicales, líderes vecinales, etc. Estos perfiles confluirán hacia un nuevo concepto de liderazgo social, donde los roles principales serán de guía, coordinación y motivación. Los ciudadanos demandan líderes con un discurso nuevo, con nuevos conceptos y, sobre todo, nuevos valores. Se necesitan personas de referencia que hablen nuestro mismo idioma. Los líderes políticos están programados para hablar en un lenguaje falaz, y sobre cosas distantes que no parecen interesar a nadie.
Los nuevos líderes
Los medios de comunicación han suplantado el espacio y el pulso de la participación y de la decisión de los sujetos y los grupos sociales. Esta posición de privilegio les permite obtener grandes ventajas económicas y de influencia sobre el poder político y sus líderes, y en la dirección inversa, los gobernantes utilizan los medios como único canal de expresión de sus logros, en definitiva, el cordón umbilical que queda para conectar con sus hijitos los ciudadanos. Los medios de comunicación disimulan todo este juego, y su posición de privilegio.
Así hemos llegado a una sociedad huérfana de líderes sociales. Hasta la crisis fechada en 2008, el mercado privado, en continua expansión, se tragó a los líderes sociales reales y potenciales. Los mejores preparados, los más honestos, motivados y enérgicos han sido profesionales integrados en el mercado privado, y por tanto desprendidos de la esfera de la política pública. Los hombres y mujeres inteligentes y los más capaces han permanecido en casa, disfrutando de la bonanza, la intimidad, el conformismo, y por qué no, hasta de la indiferencia. Es probable que la propia crisis económica, de salida incierta, nos ayude a enmendar este déficit de líderes sociales. La crisis puede espolear a muchos líderes potenciales para guiar, coordinar y motivar a la ciudadanía en la resolución de los problemas acuciantes y profundos que se enquistan en esta sociedad compleja. Se hace necesaria una reconstitución ética de los poderes políticos, mediáticos y económicos, y esta transformación tendrá su arranque en la base de la sociedad, liderada por nuevos dirigentes, que tendrán valores más auténticos, completos, humildes y transparentes, que los líderes actuales.
Los nuevos líderes sociales habrán de desempeñar funciones de concienciación, organización y movilización. Concienciar requiere armar un nuevo discurso ideológico, compuesto por nuevos conceptos y valores, que conduzca hacia un paradigma de estilo de vida distinto. Quizá un estilo de vida social menos preocupado por la materialidad y más por las relaciones humanas. Organizar implica la creación de redes sociales que ya están multiplicándose, en fase uno, gracias a Internet que sirve para la concienciación, organización y movilización de sujetos individuales, grupos y colectivos. Por aquí, las conexiones y las interacciones sociales en redes facilitarán el cambio necesario, y ellas ayudarán a la emergencia de los nuevos líderes sociales.